Caminar por las aulas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires es como entrar en una máquina del tiempo: pupitres de noble madera, las rosetas, el arco apuntado de ojiva. Verdes pizarras escritas en tiza. En ellas, teoremas y ecuaciones esperan ser resueltas. Aquí se asientan las bases del conocimiento de las jóvenes mentes que luego calcularán puentes y represas, optimizarán plantas y procesos.
Al subir los escalonados talleres, la madera se queja y cruje. Sonido que advierte el paso del tiempo.
Obra del Ingeniero Arturo Prins, el edificio de Avenida Las Heras había sido concebido en 1908 para alojar la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. De hecho, aún es posible ver sobre los vanos las balanzas grabadas en madera. En 1948 se destinó a ser una sede de la Facultad de Ingeniería (UBA).
Líneas verticales y arcos ojivales anuncian la influencia gótica. El estilo que va en búsqueda de las alturas y la luz. El estilo de las catedrales europeas de Reims y Chartres. Pero solo basta en comparar las obras para intuir que a la Facultad le falta algo.
Una de las principales características del estilo gótico era desafiar las alturas, creando edificios cada vez más altos y más luminosos. El muro se disuelve y se transforma en cristal, y los esfuerzos estructurales se transmiten a un sistema de arbotantes y contrafuertes, posibilitando los grandes vanos.
Al observar el edificio, se puede evidenciar en la proporción de la fachada, que la altura no es la proporción dominante. De hecho, pareciera ser más larga que alta. Para un profesional de la talla de Prins, semejante imprecisión simplemente no es posible.
Y es que, en efecto, la obra construida no es lo que Prins había diseñado. Lo que hoy vemos es tan solo una parte de lo que el ingeniero tenía en mente. El proyecto original planteaba una gran torre central de altura monumental de casi 100 metros, y dos laterales coronadas por pináculos que flanqueaban el acceso. Por motivos de falta de presupuesto, la obra quedó sin concluir.
Asimismo, la idea de realizar un edificio neo-gótico, no fue de Prins. Él había optado por un estilo greco-romano, pero luego el comite que había encargado la edificación cambió de parecer y se decidió por el gótico. El ingeniero viajó a Europa para observar y estudiar las catedrales alemanas y francesas.
Prins tomó nota, entendió la importancia de la luz y otorgó a la fachada generosos vanos para bañar los interiores de luz. Valiéndose de los avances tecnológicos del 1900, sustituyó el sistema de arbotantes y contrafuertes por robustas vigas y columnas de acero.
El acceso al edificio es mediante a un hall de doble altura. Una escalera imperial permite la circulación a los niveles superiores. Cuenta con planta baja más 3 pisos,un subsuelo y un entrepiso. En esta sede se alojan los departamentos de Estabilidad, Transporte, Hidráulica, Agrimensura, Gestión, Tecnología Industrial, Construcciones, Estructuras junto con el Museo de Ciencia y Técnica.
Es importante señalar que Mario Palanti -autor del Palacio Barolo- trabajó para el estudio de Prins durante el desarrollo de la obra. Al observar algunos de sus bocetos y croquis, no cabe duda de su aporte al proyecto.
El sol se asoma por la ventana de una de las antiguas aulas, iluminando todo a su paso. Pienso en las catedrales europeas y en cómo la luz atravesaba los coloridos vitrales, generando una atmósfera sin precedentes, elevando el espíritu.
Se dice que muchas personas se persignaban al caminar frente a la Facultad. La confundían con un templo, una catedral. Y es que, a lo mejor, siempre lo fue, un templo del saber.
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